domingo, 30 de agosto de 2009

Una noche con la policía

“¡No entiendo porque ya nos ven parados acá y nos bardean!”, reclama Jorge, un policía de la bonaerense que los últimos dos años de sus 43 los trabaja como custodia a la salida del boliche Your Place en Lanús. Son las 6 de la mañana, se siente mucho el frío. Mario, de 28, es la mano derecha de Jorge todos los fines de semana, se ve más animado, “los pibes piensan que todos los policías son transas y que siempre tenemos algo contra ellos, se persiguen solos al pedo”.

La gente empezaba a salir y se volvía difícil captar la atención de ambos policías, aunque reconocían que la noche estaba bastante tranquila. De todas formas dejé que hablaran solos, nunca supieron que era una entrevista, eso me facilitó entablar la charla.

Mario parecía más cómodo, hablaba con más soltura, se notaba que era más joven y hasta esbozó una idea que me hizo sentir un poco triste por él: “Cómo me gustaría estar en tu lugar, salir a bailar, disfrutar la noche, este laburo te condiciona mucho, igual yo lo elegí, pero ver a los pibes salir felices, riéndose, me dan ganas de largar todo”.

6:30. Empiezan los problemas y ahí están Mario y Jorge. “Incidentes menores”, titula Jorge al pequeño altercado entre dos jóvenes. “¿Cuál fue en problema?”, retruqué, noté que algo le molestaba. “Uno es compañero de mi hijo en el colegio, es incómodo porque podría ser el mío y me dan ganas de matarlos cuando hacen estas cosas”. El inconveniente fue que uno de los menores se había puesto pesado con una chica, bajo los efectos del alcohol, y el otro salió a defenderla.

Puse más énfasis sobre Mario, me caía mejor, tenía su encanto y se prestaba más a la charla. Le pregunté por qué creía que estaba tan mal vista la policía, él sabía que era verdad. “No niego que existan tipos que no se merecen el respeto, pero no todos somos iguales, yo vengo a laburar porque me gusta lo que hago, pero no me gusta que me griten por la calle ‘gorra cuando te agarremos te vamos a dar’, se fue perdiendo el símbolo de autoridad. Si un pibe de la villa va y le pone un tiro en la cabeza a un policía es un héroe en su barrio, eso no pasaba antes”. Quise saber más sobre ese tema pero otro incidente interrumpió la charla.

7:00. La gente ya comenzaba a dispersarse y todo volvía a la normalidad mientras el frío se hacía cada vez más presente. Muy caballero, Mario se ofrecío a llevarme hasta casa en el patrullero; era lejos pero opté por el remis, ya que comenzaban a hacer preguntas sobre mi, y mi nota ya estaba terminada. De todas formas prometí volver la noche siguiente. Proablemente aún me estén esperando.

Amanecía, tenía frio y ya era hora de volver.


Cecilia Scotti

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